Presentando un reloj de muestra a persona de autoridad, y su estimación, le da los buenos días
Los buenos días me allano
a que os dé un reloj, señor,
porque fue lo que mi amor
acaso halló más a mano.
Corto es el don, mas ufano
de que sirve a tus auroras;
admítele, pues no ignoras
que mal las caricias mías
te pudieran dar los días,
sin dar primero las Horas.
Raro es del arte portento
en que su poder más luce,
que a breve espacio reduce
el celestial movimiento;
y, imitando al sol, atento
mide su veloz carrera,
con que, si se considera,
pudiera mi obligación
remitirte mayor don,
mas no de mejor esfera.
No tiene sonido en nada,
que fuera acción indecente
que tan pequeño presente
quisiera dar campanada;
sólo por señas le agrada
decir el intento suyo;
con que su hechura concluyo,
con decir de su primor,
que fue muestra de mi amor,
mas ya es de sol, siendo tuyo.
Y no pienses que me agrada
poner mensura a tu vida,
que no es quererla medida
pedírtela regulada;
y en aciertos dilatada
solicita mi cuidado,
para que el mundo, admirado,
pondere al ver tu cordura,
el vivir, muy sin mensura,
y el obrar, muy mensurado.
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