Señala Herrero García que “La lírica del barroco (siglo XVII) usó mucho de la metáfora del reloj, tomando pretexto de su función principal, medir el tiempo, o de su género, forma, clase u ornamentación, y hasta llegando a imaginar relojes que nunca tuvieron realidad, pero que servían al poeta de soporte a la expresión de su sentimiento” (p. 69). Resumimos a este crítico, que establece los siguientes pasos:
1) Primero el hombre buscó el cómputo de las horas, en el campo de la naturaleza. Así Itala y Castelví, escribe dos sonetos a unas flores que servían de reloj a los indígenas, pues giraban con el transcurso de las horas. (Sigue del Sol los abrasados pasos y el que comienza: Ronda los pasos de la Luna hermosa)
2) Reloj de arena: la primera muestra quizá sea la de Quevedo “Al polvo de un amante que, en un reloj de vidrio, servía de arena a Filis, que le abrasó”, donde el reloj es ese objeto que apela continuamente a la conciencia de mortalidad del hombre, además de medir el tiempo; también las 4 de Francisco de la Torre y Sebil “A un reloj de vidrio, cuyas arenas eran las cenizas de una belleza difunta”, pero quizá los mejores fueran los 2 sonetos de López de Zárate, “Al que traía un reloj, con las cenizas de su dama por arenas”, y otro de idéntico motivo.
3) Los relojes de agua (clepsidras) tenían una inevitable analogía con las lágrimas y así el artilugio hidráulico sugería con poco esfuerzo imaginativo el llanto del poeta. Hacia 1680, Juan Bautista de Aguilar compuso dos décimas a un reloj de agua con esfera (“Del libro de tus auroras“).
4) Luego tenemos la variante del reloj con luz de candil para ver la hora durante la noche, que refleja Quevedo en su soneto “Fragilidad de la vida representada en el mísero donaire y moralidad de un candil y reloj juntamente”. También tenemos los ejemplos del soneto de Gabriel Bocángel “A un velón que era juntamente reloj, moralizando su forma” y especialmente también del mismo autor el que se titula “A un reloj que juntamente era candil y alumbraba con su luz el índice que señalaba los números, moralizando lo caduco de la llama y lo veloz de las horas “ (erróneamente atribuido a Bartolomé L. de Argensola ).
5) Un ejemplo de reloj de bolsillo con brújula sirvió a Lope de Vega para que en una escena del libro tercero de la novela pastoril La Arcadia, se propusiera a las pastoras que diesen algunas prendas a sus amantes, para que éstos las celebrasen de improviso con algunos versos. Una de las pastoras, Isabella, dio a Menalca “un reloj con su brújula” y éste recita cien versos sobre el reloj y sus amores. La primera décima dice así: “A quien las noches y días...”. Reseña Herrero García que el pasaje de Lope “nos pone en la pista de la existencia real de relojes con brújula, que no aparecen documentados en ningún otro texto del siglo XVI. En cambio, ya vimos inventariado en 1576 un reloj de astrolabio, que perteneció a don Diego Hurtado de Mendoza. En la complicación de semejante artefacto y su lioso funcionamiento se apoyó Tirso de Molina para decir: “Obra es digna de Merlin, / porque en estos astrolabios / aun no hallarán los más sabios /ningun principio ni fin. También simbolizó Tirso los celos absurdos y atormentadores en el reloj descompuesto que cada hora da sus campanadas: Celos, reloj de cuidados,/ que a todas las horas dáis / tormentos, con que matáis / aunque vais desconcertados” (1955, p. 78).
6) Señala Herrero García que “si nos atenemos al testimonio de Lope de Vega, el mecanismo del reloj portátil o de bolsillo era ni más ni menos que una reducción del mecanismo de los relojes de torre, bien que éstos necesitaban mayores atenciones a causa de su gran tamaño. He aquí las palabras del poeta:
Las repúblicas entiendo
que son como los relojes;
que el mismo gobierno corre
de las mismas ruedas hecho,
para el que se trae al pecho
que para el que está en la torre.
Sólo está la diferencia
En que cuesta más cuidado
El grande que el limitado,
Más gobierno y más prudencia “ (1955, pp.54-55).
En resumen, tenemos diferentes tipos de relojes, con una amplia variedad dentro de cada uno de ellos: de arena (p. 91-163); de sol (p. 18); de agua (o clepsidra) (p. 25); de flauta (p. 28); de fuego (p. 33); de aceite; mecánico o de volante: de pecho, de sortija, de pendientes o “pelendengues”, de campana, de cuarto, de cuerda o aguja; por las estrellas; de campanilla (Quevedo); por el canto de las aves, etc.
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