Breñales
En la hondura de la quebrada
olor a retama y toronjil
y rumor de viento prisionero
buscando pasadizo
para escaparse
de los escarpes y breñales.
Fulgor de pájaro colorado
en el aire de oro
y en el azul del agua
nubes altas y sonrisas de cielo.
El campesino y su hacha
un latido ambiguo en la pendiente.
El tiempo oloroso y tibio
como un galgo de caza
olfatea entre zarzas y jarales
y sigue con su reloj de arena
los quehaceres de las hormigas
y con su reloj de sol
canta la hora en que el campesino
debe volver al valle
con su nombre y leño a cuestas.
Sobre el perfil de la quebrada
la cumbre, una cabeza de titán
ojos ciegos, voz apagada.
Cerca de sus oídos latentes
pasan volando huracanes, astronaves
y cóndores de crepúsculo.
Cae la noche, crecen y avanzan
las sombras.
En el fondo azul de la oscuridad
el oído se afina
y alarga su acuidad y percepción
casi hasta la cosa percibida.
Silencio profundo… como de vocerío
apagado en comunión de catedral.
En el resonar del paisaje
mi latido recobra su identidad
y llega el momento
en que sin vanidad puedo afirmar
en que soy parte minúscula e integral
de este hermoso y despilfarrado planeta
y llevo en mis latidos
una estrecha relación
con esta vibración total del Universo.
A medianoche
sin poder conciliar el sueño
escucho el diálogo de las plumas
de monte a monte.
Escucho también
el rumor de mis propias ideas
en el interior de mi pasado
y en ese pasado que despierta
y viene como una sombra
de súbito me tropiezo
con el llanto de mi propia voz.
Me tropiezo
con el espejo de mi memoria
y allí reflejada veo la presencia
de la mujer que tanto amé
veo también el desfile callado
de las personas
que en mi infancia conocí.
Cerca del amanecer
al socaire de un cantil
me arrebujo, conmovido, triste
cara al cielo
que parece modular misereres
con su inmensa boca
llena de enigmas y estrellas.
Cara al tiempo que fluye
como un Amazonas de eternidades
y acaba con todo.
Sumido en un sueño profundo
como perdido en un callejón sin fondo
oigo el sollozo del viento prisionero
todavía buscando pasadizo
para escaparse de su prisión
de escarpes y breñales.
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