Durante la alta Edad Media había en las ciudades más importantes un verdadero reloj humano: el vigía o campanero encargado de los toques horarios. Era quien tocaba a rebato si había peligro inmediato, como en caso de incendio o de proximidad de un enemigo. Los toques coincidían con las horas canónicas que regían un tiempo esencialmente rural: tres campanadas al salir el sol (hora prima); dos campanadas a media mañana (hora tercia); una campanada, llamada «el toque», al mediodía (hora sexta); dos campanadas a media tarde (hora nona); tres campanadas a la puesta del sol (vísperas); cuatro campanadas cuando había oscurecido del todo (completas).
Sem comentários:
Enviar um comentário