Para los intelectuales barrocos, el reloj alude al tiempo que huye o a la vida que se escapa, por este motivo su presencia es frecuente en pinturas de vanitas, asociado a otros objetos como el espejo y/o la calavera. El reloj se conceptualiza como una sucesión de instantes que, a medida que pasa el tiempo van marcando los puntos hacia la muerte. Aunque cualquier tipo de reloj es válido a la hora de acompañar a la vanidad, el más frecuente es el reloj de arena, atributo del paso del tiempo, de las horas, del día, de la ocasión, de la juventud o vejez, del tiempo que se escapa, y de la muerte que se aproxima con el fin de recordarnos las postrimerías. Asimismo es atributo de la muerte, de la melancolía, de la templanza, del diablo y de la verdad. A veces aparece en manos de un personaje a quien se antropomorfice la misma noción, y así recordamos al esqueleto del monumento fúnebre de Alejandro VII, que le muestra el reloj de arena para recordarle que el tiempo transcurre de una forma rápida y constante, estando el fin cerca, y que nada se puede hacer para remediarlo. Otras veces el reloj lleva alas, reforzando la idea de fugacidad del tiempo.
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