Al reloj como símbolo asociado metonímicamente al tiempo y a la vida humana, tema propio de las composiciones poéticas referentes a objetos simbólicos como los relojes, los espejos, etc., se añade aquí el motivo amoroso. El reloj se convierte ahora en tumba del enamorado. El polvo que mide el tiempo es tradicionalmente símbolo de la vanidad de la vida. Su ligereza expresa la liviandad de las pretensiones humanas. Su rápido discurrir de una semiesfera a otra expresa la angustia del tiempo. El polvo, ejemplo por excelencia de lo incontable, sirve para medir y contar la vida del hombre. Contar es, por otra parte, símbolo de vivir en la poesía latina desde Horacio. Al mismo tiempo, el polvo del reloj corresponde al polvo en el que el cuerpo humano está destinado a convertirse después de la muerte.
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