terça-feira, 8 de setembro de 2020

Meditações - são duas horas

Sabedoras de que no usaba reloj, dos señoras pararon a Quevedo en la calle y le preguntaron la hora. Quevedo, entendiendo que querían burlarse de él, les contestó:

“Eché mano a mi reloj, hallé las pesas colgando,
y el minutero apuntando, señoras, hacia las dos”

Con lo cual, Quevedo vino a decir que eran las dos de la tarde.

Episódio contado no livro "Su majestad escoja, anécdotas divertidas de Madrid", de Carlos Osorio

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