"La ausencia de un horario rígido y la dedicación a actividades más divertidas hacen que nuestra percepción de la vida sea diferente. Nos encontramos bien, pero para cuando nos damos cuenta, el verano ha llegado a su fin. Nos gustaría que ese estado, la ausencia de problemas, fuese eterno: es posiblemente lo que llamamos felicidad", reflexiona Manuel María Cruz Ortiz de Landázuri, profesor de Filosofía en la Universidad de Navarra. "Al dejar de mirar el reloj es cuando el tiempo se estira porque no somos conscientes del paso del mismo. Entonces reestructuramos el equilibrio entre las emociones, los pensamientos y nuestro cuerpo", indica el psicólogo clínico Juan Cruz.
Lo deseable, continúa este especialista, es que esta armonía que alcanzamos los meses de descanso se extienda todo el año. "Hay que entrenar el cerebro, cambiar la forma de mirar las cosas, aprender a que la mente esté en la realidad y no pendiente de algo que ya no existe, que es el pasado, ni de las incertidumbres del futuro", apunta.
Pero conseguir esa sintonía con los minutos los 365 días del año es prácticamente una utopía en la sociedad actual, un reto casi tan grande como poner de acuerdo a los filósofos. "Vivimos demasiado deprisa. Estamos en plena revolución tecnológica y aprendiendo a gestionar el tiempo de forma diferente. Esto puede que nos absorba y en ocasiones nos esclavice. Pero confío en que poco a poco iremos ajustando el reloj a nuestras necesidades", apunta Rojas Marcos sobre el momento de desajuste que atravesamos. "A nivel de tecnología todo va muy rápido, pero a nivel biológico y cerebral los cambios se producen lentamente. Por eso es fundamental volver a conectar con la quietud, con la calma, con la naturaleza, que tiene sus propios ciclos", recomienda el psicólogo Juan Cruz.
Isabel F. Lantiguam, in El Mundo, 17/07/2016
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