sexta-feira, 18 de março de 2011

Meditações - ampulheta sem fim

El reloj de arena

Está bien que se mida com la dura
Sombra que una columna en el estío
Arroja o con el agua de aquel rio
En que Heráclito vio nuestra locura.

El tiempo, ya que al tiempo y al destino
Se parecen los dos: la imponderable
Sombra diurna y el curso irrevocable
Del agua que prosigue su camino.

Está bien, pero el tiempo en los desiertos
Otra substancia halló, suave y pesada,
Que parece haber sido imaginada
Para medir el tiempo de los muertos.

Surge así el alegórico instrumento
De los grabados de dos diccionarios,
La pieza que los grises anticuarios
Relegarán al mundo ceniciento

Del alfil desaparejo, de la espada
Inerne, der barroso telescopio,
Del sándalo mordido por el opio,
Del polvo, del azar y de la nada.

Quien no se ha demorado ante el severo
Y tétrico instrumento que acompaña
En la diestra del dios a la guadaña
Y cuyas líneas repitió Durero?

Por el ápice abierto el cono inverso
Deja caer la cautelosa arena,
Ora gradual que se desprende y llena
El cóncavo cristal de su universo.

Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.

La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena:
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma.

No se detiene nunca la caída,
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo
Sentir el tiempo cósmico: la historia
Qu encierra en sus espejos la memoria
O que ha disuelto el mágico Leteo.

El pilar de humo y el pilar de fuego,
Cartago y Roma e su apretada guerra,
Simón Mago, los siste pies de tierra
Que el rey sajón oferece al rey noruego.

Todo lo arrastra y pierde este incansable
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es material deleznable.

Jorge Luis Borges (1899 - 1986), poeta e escritor argentino, in El Hacedor

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